La
corrupción es la primera preocupación –por encima de la violencia– de los
inversores internacionales según el Banco Mundial
- Un grupo de académicos y empresarios presenta un informe que radiografía la corrupción
- Instan a crear instituciones autónomas del poder político como única tabla de salvación
En México circula una expresión
coloquial que retrata hasta qué punto la corrupción está incrustada en la
sociedad como una garrapata. Cuando un mexicano dice el que no transa, no
avanza, está asumiendo que las mordidas, los moches y demás corruptelas son el
cauce necesario para el ascenso económico, político y social. El Imco, un
centro de análisis compuesto por académicos y empresarios, le ha dado la vuelta
al lema –Transamos y no avanzamos– para titular un informe que radiografía el
fenómeno e insta al fortalecimiento de instituciones autónomas del poder
político como única tabla de salvación.
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“Frena el desarrollo de la economía,
disminuye la productividad, favorece el rentismo, agrava la desigualdad,
obstaculiza la justicia y genera desencanto con la democracia”, explicó Amparo
Casar, politóloga y coordinadora del estudio, durante su presentación este
lunes en el DF. La corrupción es la criptonita de México a la hora de atraer
inversión extranjera. Es la primera preocupación –por encima de la violencia-
de los inversores internacionales según el Banco Mundial o el Foro Económico
Mundial. Y el agujero que abre en las arcas públicas ronda entre el 3% y el 10%
del PIB. La corrupción, añadió Casar, “es el enemigo público número uno de
México”.
El informe constata que un 63% de los
empresarios consideran que forma parte de la cultura de negocios en el país,
que la mitad de las empresas reconoce haber pagado un soborno y que todos los
años se registran más de 200 millones de pequeños actos fraudulentos. La
corrupción funcionaría como un agujero negro, como una poderosa lógica
centrífuga que dice: si lo hacen todos, ¿porque yo no?. “Pensamos que nos
conviene porque la percepción es que las conexiones políticas ofrecen
oportunidades para tu empresa, dan ventajas sobre tus competidores y aceleran
los trámites”, detalló la politóloga.
El presidente Peña Nieto, al que
recientemente ha rodeado la polémica por la compra de una casa por parte de su
esposa a empresarios cercanos su Gobierno, se refiere a menudo a la corrupción
como un asunto cultural, especialmente implantado en las sociedades
latinoamericanas. El informe recoge un puñado de expresiones populares que
encarnan y retratan el calado profundo del problema. “Cómo nos arreglamos”;
“acéitame la mano”; “ponte guapo”; “ayúdame a ayudarte”; “no me des, ponme
donde hay”. Pero la conclusión de Imco no es que los mexicanos lleven la
corrupción incorporada en el ADN.
“Para enfrentar el problema se
necesitan mil agujas. Pero el hilo conductor son instituciones fuertes y
autónomas del poder político”, indicó el director de Imco, Juan Pardinas, que
puso como ejemplo reciente a Guatemala, donde una suerte de fiscalía especial
internacional -creada y financiada por la ONU- ha servido de abrigo para un
reguero de denuncias que han terminado derribando a un Gobierno cooptado por
estructuras mafiosas.
Pardinas continuó con los casos
comparados para criticar los raquíticos recursos que destina México para
perseguir a los corruptos. La unidad especializada de la fiscalía mexicana
cuenta con una plantilla de 12 funcionarios y un presupuesto de 1,5 millones de
dólares. En Hong Kong, con una décima parte de la población mexicana, destinan
120 millones y más de mil trabajadores. “La solución pasa por crear
instituciones e incentivos para cambiar el clima cultural de permisividad”,
cerró el director del Imco.
El origen de esas sombrías raíces
estaría en el entramado institucional sobre el que se fundó México después de
la Revolución y que se tradujo en los más de 70 años de instauración priista.
“El acuerdo entre las distintas élites surgidas de la época posrevolucionaria
generó un sistema corporativista. El mito fundacional está basado en la
estabilidad, en la capacidad de un único partido que hace un uso discrecional
del poder. Ese el medio ambiente en el que opera la corrupción”, defendió
Rodrigo Canales, profesor de empresariales en Yale.
“Si no arreglamos nuestra
instituciones va a ser muy difícil corregir y eliminar la corrupción. Porque
las autoridades son las primeros que tienen la obligación de no corromperse”,
indicó Amparo Casar. Sin embargo, el 70% de los mexicanos está convencido de
que sus gobernantes no cumplen la ley. El 77% no confía en la policía y el 60%,
tampoco en los jueces.
Fuente
Capital Net.
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